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lunes, 28 de enero de 2013

En Cuba ni los niños se salvan de los campos de concentración.


Yo estuve en los centros de reclusión para menores



Derechos Humanos/ Cárceles de menores


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Cubamatinal/ En todas las provincias del país existen centros de reeducación de menores, cada uno con capacidad para cientos de muchachos de entre 8 y 18 años de edad. A ellos son enviados menores con pésima conducta en las escuelas o que han cometido delitos. Lo mismo puede haber muchachos con trastornos de conducta o problemas de aprendizaje que alguno que haya cometido un asesinato.


Por Michel Iroy Rodríguez Ruiz

La Habana, 26 de enero/ PD/ Son llevados, como si fuesen adultos, en jaula y esposados, por oficiales del MINIINNT, por 45 días a los centros llamados CIEAON, donde son valoradas sus conductas por especialistas. Luego, los fiscales, en una especie de juicio oral, deciden si serán liberados o encarcelados hasta que cumplan los 18 años.
Estos centros son atendidos por oficiales del MININT uniformados. Los menores reciben un tratamiento no muy diferente al de cualquier recluso adulto. Les imparten clases hasta noveno grado. Los pases son cada 21 días y son otorgados según la decisión de los oficiales.
En estos centros, en los años 90, la alimentación era pésima. En la actualidad no es mucho mejor.
La mayoría de los jóvenes llevados a estos centros, una vez en la calle, volverán a ser encarcelados por diversos motivos. Haber estado en una cárcel de menores siempre será tenido en cuenta en su contra.
En los años 90, con solo 14 años, fui a parar a uno de estos centros. Fui instruido por el capitán Méndez, acusado por “sabotaje y atentado contra la seguridad del estado”.
Fue dura aquella época. Mi madre era administradora de una bodega y mi padrastro, conductor de ómnibus. Pero viviríamos como animales. Comíamos picadillo de cáscara de plátano, cáscara de toronja como si fuera bistec, fideos como arroz, agua con azúcar como refresco. A veces solo había luz cuatro horas al día. Mientras, los medios informaban acerca de los sobrecumplimientos del plan alimentario, que avanzábamos cada día más, que había que resistir y vencer…
Me aplicaron el más duro rigor “por la gravedad del delito cometido”. Estuve en tres centros: Mulgova, San Francisco de Paula y el Combinadito. Logré evadirme cuatro veces. Y siempre me dieron mi merecido. Pero de todas formas, te castigaban por cualquier motivo.
Uno de los castigos los funcionarios de orden interior lo llamaban “huélete tu culo”. Te obligaban a estar sentado en el piso por más de 8 horas, con la cabeza entre las rodillas, oliéndote tus genitales.
Por cualquier motivo, los muchachos eran golpeados con un palo por los glúteos: si arrastraban la silla del comedor, si chocaban los cubiertos con la bandejas, si alzabas la voz, si el guardia pensaba que “lo miraste atravesado”…
Nunca olvidaré el tiempo que pasé en el llamado Combinadito, en el municipio Habana del Este. Sus noches frías eran infernales. En una de mis evasiones, fui llevado para el destacamento de mayor severidad, con capacidad para más de 50 reos. Nos despertaban de madrugada y nos ordenaban hacer cuclillas. Cuando pensábamos que descansaríamos, nuevamente reiniciaba la cuenta de cero. También obligaban a marchar más de tres horas, a hacer planchas. Uno de los peores castigos: con otro encaramado en tus hombros, deberías realizar 100 cuclillas. Si no podías, eras golpeado con un palo o te obligaban a permanecer más de 72 horas de pie (yo fui uno de ellos).
En ocasiones, para entretenerse, los guardias ponían a pelear a los muchachos. Los separaban cuando se aburrían de verlos pelear. O cuando empezaban a sacarse sangre.
Nunca he podido olvidar los nombres y los alias de algunos oficiales: Adrián, El Chacal , Lázaro, el capitán Pedro, famoso por sus bofetadas que desmayaban a los internos; El Negrón, que golpeaba con un cepillo de limpiar zapatos por la cabeza; el jefe de unidad, teniente coronel Roberto Verdecia; el mayor Jorrín; el jefe de reeducación, el capitán Mario Alorda, el reeducador Ernesto; Emilio el Nazi , que con un martillo te golpeaba la rodilla cuando uno no podía más, después de 6 horas de ejercicios de castigo; Arguelles; Matamoros, que corpulento como era, con más de 200 libras de peso, te golpeaba por la espalda cuando te dormías; el capitán Julio y su palo; Ulises el del Vedado; El Mudo, el barbero que para pelarte te golpeaba con la maquina por la cabeza si te movías, el capitán Tolón y otros más.
Recuerdo que todos los muchachos vivíamos atemorizados con lo que podría pasar si le contábamos algo a nuestros padres acerca de cómo nos trataban. Nos amenazaban constantemente. Nos decían: “Sus padres se marcharán y ustedes se quedarán aquí y entonces deberán ser hombrecitos para enfrentar las consecuencias de su cobardía”. La cobardía era haberle contado todo a nuestros padres.


Publicado por Cuba Matinal 

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